Hace un tiempo tengo claro que quiero hablar sobre el aislamiento y la soledad, pero de una u otra manera termino evitándolo, al principio pensé que era por no mostrarme débil y necesitada pero luego me di cuenta que no quiero descubrir cuan sola me siento a diario, tengo tanto mecanismos de defensa que yo misma encuentro algo complicado hallarme a ratos.
No hablo de la soledad por ausencia de personas a mi alrededor, hablo de esa soledad interna, la que uno comparte solo con sus pensamientos, hablo del aislamiento que viene desde el cansancio, dos estados que manejo muy bien, estoy sola por dentro porque siento que cargo toneladas de miedos y angustias cada día sobre mis hombros, a eso debo sumarle la rutina de cinco días de terapias a la semana, más la cotidianidad, más la culpa por no ser mejor, la sensación de no estar haciendo lo suficiente, esa sensación al final del día de que no hiciste nada productivo, sin embargo me siento muerta de cansancio.
Cuando vivíamos en Massachusetts era más fácil lidiar con estos sentimientos, contaba con un grupo amplio de amigas algunas de ellas con niños especiales que podían entender mis quejas sobre el seguro médico o las listas de espera de servicios, las reuniones del équipo de educadores especiales, otras, la mayoría para ser honesta no tenían niños especiales pero aún así estaban ahí para compartir un café, un vino, un trago y hablar de lo que sea. Esos momentos de amigas eran un escape de esa soledad profunda en la que me refugio.
Con mi esposo siempre ha sido muy fácil manejar espacios para cada uno, el jugaba fútbol los miércoles por la noche y si quería quedarse a tomar algo no había problema, no soy desconfiada, siempre me ha parecido bien que el vaya a algún lado solo con amigos, si quiere salir que salga y pues obvio es igual conmigo, yo siempre tengo vía libre para salir con mis amigas y bailar, tomar, pasarla bien; sobretodo porque con Mateo se volvió complicado salir juntos por la noche, nosotros no podemos contratar a alguna adolescente para cuidarlo, entre más especializada una baby sitter el precio aumenta, por lo que una salida se duplica o triplica de acuerdo con el precio por hora de la niñera (por lo que escogemos con detalle a que eventos decidimos asistir de manera que valga toda la pena el gasto), otro aspecto que nos limita las salidas nocturnas en pareja es la desconfianza, el lenguaje de Mateo no es funcional, es decir aunque el habla todo el día, no tiene la capacidad de contarte que sucedió, si alguien le pegó o le dijo algo indebido, el solo se va a limitar a decirte que cordialmente que todo estubo bien, imaginense la paranoia que me da al dejarlo cerca de desconocidos, con tanto depravado allá afuera.
La historia es un poco diferente ahora; desde que llegamos a Pittsburgh nos enfrentamos con algo a lo que no habíamos estado expuestos en Nueva Inglaterra al menos no en gran magnitud. Esta es una zona Blanca, muy blanca (Estamos ubicados en un suburbio a 20 minutos de la ciudad, en teoría muy similar al que vivíamos antes), Mateo es el único niño latino en su escuela, somos los únicos latinos en nuestra urbanización, de vez en cuando escucho en el supermercado el popular "Build the wall", en esta zona no están acostumbrados a gente morenita, nosotros los bronceaditos nos vemos raros por acá, nunca desde que me mudé a los Estados Unidos había estado expuesta a tanto racismo como aquí (cabe resaltar que en la ciudad hay mucha más diversidad y se siente menos esta tensión), aunque no todo el mundo ha sido descortés, lo cierto es que a un año de haber llegado, no tenemos ni un solo amigo, amiga, familia que nos haya abierto las puertas de su casa, nadie nos ha ofrecido su amistad, ahora si que es cierto que solo estamos los tres.
Mi rutina se ha hecho eterna, hay días en que no hablo con ningún adulto hasta que mi esposo regresa a la casa en la noche, llevo mi E-reader a las salas de espera de las consultas de Mateo, por que nadie jamas habla conmigo, las mañanas se me van en diligencias que hago eternas para sentirme útil, he dividido el mercado en cinco o seis partes para poder sentir que salí por alguna razón justificada de la casa y cuando me ataca la nostalgia hago lo contrario y no salgo si no para lo estrictamente necesario; esto me da mucho tiempo sola con mis pensamientos, ojo no he dicho que no hago nada pues podría confundirse el sentido de este escrito, estoy hablando es de que hago de todo, soy la mujer orquesta, debo coordinar cien cosas diarias, las mismas cien que hacia antes, solo que ahora estoy tan sola por dentro como por fuera.
He comenzado a pensar mucho en que ya he vivido la mitad de mi vida, suponiendo que llegue hasta los ochenta años, pienso mucho en ese segundo hijo que nunca llegó, en como sería retomar mi carrera, pienso en esas ganas inmensas que tengo de escribir un libro sobre la felicidad, sueño con irme de aquí, he recorrido uno a uno los que considero los más grandes errores de mi vida tratando de comprender quien era y quien soy.
Ya en este punto deben pensar que estoy deprimida y agobiada pero no, solo estoy sola. Mis miedos no me hacen infeliz, como tampoco la culpa por no ser de esas mamás que hacen manualidades con su hijito logra llevarme por el camino de la amargura, yo soy feliz por que soy yo y a pesar de todo me gusta en quien me he convertido, me gusta mi hogar, me encanta mi hijo, no me cansaré de decir que la felicidad no es la ausencia de tristezas, para mi la felicidad está en esa paz interior que se logra conseguir cuando uno se ama, por lo tanto es normal sentir dolor, miedo, tristeza, rabia, frustración, todo esto es válido por que estoy viva; es solo que el exceso de soledad y aislamiento no son sanos, siento que necesito un espacio para ser yo.
Ser madre de un niño especial es todo un reto, se arrastran sentimientos muy intensos todos los días, el aislamiento es parte del proceso, es algo que tenemos en común casi todas las mamás y es un tema muy comentado en los foros y reuniones de apoyo para familias, eso es innegable, pero no por eso la soledad y el aislamiento se hacen menos debilitantes, te van drenando la energía, al punto que hay que hacer esto que yo estoy haciendo hoy, hablarlo, contarlo, dejarlo salir.
Gracias a mi esposo quien todos los días se esfuerza por ser ese compañero de camino que me sirve de bastón cuando siento que no puedo seguir caminando.
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